Cuando Bianca se despertó por la mañana, Efraín no se encontraba en la casa, pero la mesa estaba puesta con el desayuno. Era mejor así, para evitar un momento incómodo.
Sacó el celular y apenas lo encendió, una cascada de notificaciones inundó la pantalla. Eran avisos de llamadas perdidas: la mayoría de Francisco, varias de Efraín e incluso dos de su hermana.
—Hermana, ¿me marcaste ayer?
Marcó el número y, cuando Claudia contestó, notó su voz cansada y ronca.
—Sí. Efraín me dijo que no te encontraba y estaba muy preocupado, así que intenté llamarte. ¿Qué pasó? ¿Se pelearon?
A Claudia le dolía mucho la cabeza. Estaba sentada en su oficina, muy a su pesar su deber era estar ahí. No había desayunado antes de ir a la empresa; no sabía bien qué buscaba, solo quería estar sola un momento.
—No, no es nada. No te preocupes. Más bien tú, te escucho rara, ¿te sientes mal o algo? —preguntó Bianca con inquietud.
—No sé, creo que me resfrié. Ay…
De repente, sintió una oleada de náuseas. Corrió al