Capítulo 86 Las almas
Horus despertó en medio del frío del amanecer. El cuerpo le pesaba como si hubiera cargado un ejército sobre sus espaldas y, aun así, lo primero que hizo fue llevar la mano hacia el cristal donde había encerrado las dos almas. El recipiente descansaba sobre una manta, y dentro de él flotaban las esferas de luz púrpura, vibrantes, como dos estrellas infantiles que giraban en todas direcciones.
Las observó en silencio, con su mirada gris endurecida, pero no indiferente. Para cualquiera más, su rostro severo habría parecido el mismo de siempre, distante y glacial. Sin embargo, en lo más profundo de sus pupilas brillaba una chispa de ternura que nunca mostraba al mundo.
—Ya solo falta una… —murmuró, con voz neutra, pero cargada de resolución.
Con ellas no era severo. Con ellas su tono era diferente, una promesa. Esa era la diferencia que nadie podía ver: en su interior, ya las había aceptado como suyas también. No eran simples almas rescatadas; eran hijas de la mujer