La Venganza de la Esposa Herida
La Venganza de la Esposa Herida
Por: Miliana Rubio
Prólogo

La lluvia golpeaba el cristal blindado de la ventanilla del auto como si quisiera arrancarlo de cuajo. Valeria apretó el abrigo de lana contra su pecho, sintiendo un escalofrío que no provenía solo del clima, era su cuerpo que se resistía a entrar en aquella trampa mortal. Estaba temblando más por dentro que por fuera, antes de decidirse a abrir la puerta de la limusina.

Frente a ella, el Edificio Volkov se alzaba como una amenaza lúgubre que despertaba recuerdos de un sufrimiento que dejó huellas imborrables, un monumento de treinta pisos de acero, cristal y un poder financiero que podía doblegar países. Era la sede de su imperio, y cada trozo de piedra y metal proyectaba recuerdos que aún dolían, como cicatrices recientes.

Cinco años desde que huyó de él con el corazón roto y la verdad de una nueva vida creciendo en su vientre.

Cinco años desde que dejó atrás al hombre que la había comprado con un contrato y que, sin ella saberlo entonces, también la había amado con una intensidad que la quemó. El hombre que la había condenado al abandono y a un amor imposible.

Ahora él estaba de vuelta, mucho más poderoso, pero también más frío y vengativo. Y estaba exigiendo lo que consideraba suyo: su esposa, su legado... y el hijo que ella le había ocultado.

Valeria cerró los ojos un instante, inhalando el olor a cuero, a perfume caro y a lluvia. Debía ser fuerte por Liam. Por su futuro, no podía seguir huyendo porque en cualquier momento la encontraría, debía enfrentarlo.

—Mami, ¿por qué otra vez una casa nueva?

La pequeña voz, aguda y vulnerable, la trajo de vuelta. Su hijo, Liam, de exactamente cuatro años, estaba sentado en el asiento de atrás, sujetando un pequeño dinosaurio de plástico, refiriéndose a su madre sin dejar de mirarlo como si pudiera cambiar su forma solo con esa acción. Sus ojos azules, idénticos a los del hombre que estaba a punto de enfrentar, la miraban con una mezcla de cansancio y confusión, pero también de ternura. Inocencia y necesidad.

—No solo es una casa nueva, mi amor —le susurró Valeria, girándose para acariciar la mejilla suave de Liam—. Se trata de nuestra vida. Esta visita es muy importante, para que podamos tener una casa donde no tengamos que mudarnos más, ¿entiendes? — Liam frunció el ceño, su labio inferior temblaba.

—Pero siempre dices eso. Y siempre dejo a mis amigos, no pude traer a Mack —dijo con dolor en su tono —Además, le prometiste a la abuela que volveríamos a verla pronto —el reclamo la hizo sonreír. La abuela es lo que les queda junto al tío Jeremy luego que su padre muriera de tristeza por su ausencia — ¿Vamos a ver a la abuela?

La mención de la abuela, su madre con la que siempre mantuvo contacto ya que su enfermedad la obligaba a mantenerse informada, le recordó a Valeria por qué todo esto había sucedido. Estaba ahí porque no pretendía someterse nunca más a ese hombre que la trató como una posesión sin valor. Una vez lo hizo para salvar a su familia de la ruina total, hace cinco años atrás y no quería repetirlo. Porque ahora el riesgo era diez veces mayor. Si Leónid la destruía, no solo la arrastraría a ella, sino también a su hijo y a la gente que más amaba.

—Vamos a estar bien, mi amor. Eso es lo que mami está haciendo y luego, iremos a ver a la abuela y al tío Jer ¿te parece? —su voz firme a pesar de la punzada de culpa la obliga a ceder una poco—. Ahora, quédate con la Nanny y el chofer. No te muevas. Mamá tiene que ir a conversar con un señor —dijo, cuando en realidad iba a pelear la primera batalla que comenzaría una guerra.

Leónid Volkov. El magnate que podía destruirla con una sola palabra. El padre de su hijo. El esposo que nunca debió ser.

Valeria respiró hondo. No había espacio para el miedo. Solo para la ira y la venganza que había maquinado con cuidado desde que decidió abandonarlo aquella noche lluviosa. No podía fallar. Su fuerza radicaba en esa criatura inocente que amaba más que a sí misma.

No esta vez.

Salió del auto, sintiendo el aire frío cortar su piel, y se dirigió a la entrada.

—Estoy aquí para ver al Sr. Volkov —dijo al guardia de seguridad, con la voz tan firme como el acero del edificio y la mirada de quien ya no tiene absolutamente nada que perder.

Y mientras las puertas automáticas se abrían con un siseo, revelando el lujoso mármol del lobby, Valeria supo que el juego, el peligroso y definitivo juego de la venganza, apenas estaba comenzando.

¿Qué pasará cuando él descubra que el niño de ojos azules es su hijo?

¿Está Valeria lista para enfrentarse al hombre que una vez la rompió… y que ahora puede destruirla por completo con una sola decisión?

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