—¿Y bien? —preguntó ella esperando la disculpa.
—Y bien ¿qué? —le gustaba el juego, pero tenía claro que ella no era una dama en desgracia —. Refréscame la memoria por favor —ella quiso probar con algo sencillo.
—No quiero este desayuno —una sonrisa se dibujó en su boca de labios gruesos y bien delineados.
—Hecho. Dime lo que quieres.
—Huevos revueltos con beicon, café y yogurt liquido —hizo una mueca de asco.
—Las mujeres no saben comer, siempre lo he dicho —se queja —. Dino —llama al chef y este se acerca —trae un desayuno menos nutritivo para la señora por favor —la mandíbula de ella casi cayó en la mesa al escucharlo dirigirse a uno de los empleados —. Rosella por favor, trae yogurt y café para mi esposa —ambos asintieron y fueron en busca de lo encomendado.
Ella lo miró con deferencia, era un excelente jefe tal como le había mencionado Dino Bartelli. Mientras todo iba tomando forma en su cabeza, Leónid la miraba con diversión y curiosidad.
—Quiero mi disculpa.
—¿Para qué? —la pro