El vuelo de regreso a Nueva York fue como un mar de resentimiento. En el aire, Leónid revisó el anexo del informe que Valeria le había dejado. Era una hoja de ruta para la reestructuración completa de la fusión, un trabajo de semanas, hecho en una noche. El genio de su esposa quien se había declarado ahora su enemiga era irrefutable, y eso solo aumentaba su rabia.
No podía creer que lo hubiera abandonado en Múnich, luego de la segunda reunión con Iván Draganov ya convencido de aceptar el trato expuesto. No pudo hallar concentración en todo el tiempo que duró la reunión y menos en el momento en que el hombre decidió preguntar por ella.
—¿Y dónde se encuentra tu linda secretaria, Volkov? —sintió que la ira lo consumía por dentro, pero le sonrió más como enseñando los dientes que por amabilidad.
—La envié de regreso a Nueva York, me resultaba mucha distracción —ahora su sonrisa era una indirecta que el alemán tomó como una advertencia silenciosa.
Al despedirse por haber terminado la reun