La claridad se colaba por entre las rendijas de las persianas que adornaban las ventanas de la suite presidencial en el hotel de lujo Koenigshof. Leónid despertó con una sonrisa en los labios como quien se ganó la lotería, pero no le duró mucho tiempo al percatarse de que Valeria no se encontraba a su lado. En su lugar encontró solo seda fría.
Su primera reacción no fue de molestia, pensando en que pudiese estar en el baño o, trabajando. Se incorporó saliendo totalmente desnudo hacia la sala de estar para sorprenderla y el sorprendido fue él.
No estaba, regresó corriendo hacia la alcoba, su maleta tampoco se encontraba en el armario. Gritó su nombre. Gritó con furia. Con una impotencia que desgarraba su piel. Una que no sentía desde hacía mucho tiempo. Y la nota, pequeña, perfectamente doblada, sobre el escritorio, justo al lado de la tablet donde había entregado su brillante análisis le abofeteó junto con la realidad.
Valeria se había ido.
El contenido de la nota fue como sal sobre