La tensión que se sentía dentro del jet privado de Leónid Volkov era tan palpable que casi se podía cortar si se comparaba con el aire enrarecido de la altitud. Valeria se sentó al otro lado de la mesa de caoba, trabajando en su tablet como cualquier asistente normal, pero fingiendo una concentración que apenas podía mantener.
Habían pasado menos de doce horas desde que Leónid la había llevado a esa fiesta donde se había enfrentado a su amante y a sus propias emociones incluso a un hombre que quiso introducirla en un juego sexual que rechazó, ya estaba inmersa en su mundo. Su nuevo rol de asistente-esposa era un arma de doble filo: le daba acceso, pero la ponía en peligro constante.
¡Y Leónid Volkov, era ese peligro!
Leónid revisaba documentos, su rostro como una máscara de mármol. Desde que Valeria le entregó ese informe impecable, su actitud se había transformado. Ya no la miraba con burla, sino con una mezcla de desconfianza, rabia y un deseo silencioso que ella sentía como si le q