Kael:
—¿Dónde diablos estás metido? —la voz de Matteo me hizo saber que estaba totalmente furioso y me fue inevitable reír.
—Cálmate, no debes gritarle a tu jefe.
Lo escuché maldecir en italiano y luego volvió a su intento de regaño.
—¡Mierda, Kael! ¿Es que te has vuelto loco? —podía imaginarlo al otro lado del teléfono transpirando—. No puedes salir de la casa. La situación está al limite.
Miré hacia la pista de baile. Su cuerpo moviéndose lentamente al ritmo de la música, su cabello negro balanceándose al ritmo de su cuerpo y sus ojos grises prendiendo la
llama dentro de mi.
Matteo seguía regañándome en el teléfono pero mi mente se había perdido totalmente en ella, como siempre, lograba sacarme de lo más oscuro e iluminarme por completo.
Así que si, estaba totalmente loco por haber salido de casa como estaban las cosas, pero por ella, estaba dispuesto a cometer las mejores locuras.
—¡Ten cuidado, joder! Esa mujer va a llevarte a la ruina.
—Pues entonces encantado de ser arruinado —m