Kael
La casa estaba en silencio, roto solo por el zumbido leve del aire y el eco distante de mis propios pasos. Afuera, la tormenta arreciaba, golpeando los ventanales con una furia que parecía reflejar la mía. Desde la piscina aún podía oler el cloro mezclado con el miedo.
Sofía estaba dormida, bajo observación médica en la habitación contigua. El doctor me aseguró que estaba fuera de peligro, que el agua no había alcanzado a causarle daño grave gracias a que Danae reaccionó a tiempo.
Pero ella…
Danae seguía sin abrir los ojos.
Me senté junto a la cama, la observé en silencio mientras la lluvia tamborileaba contra el cristal. Su piel aún tenía el leve tono pálido del susto, el cabello húmedo caía sobre la almohada como un río oscuro. La tomé de la mano, la misma mano que no quise soltar ni un segundo desde que la encontré desvanecida junto a la piscina.
Recordaba cada segundo de esa escena.
Los gritos de Sofía, el agua salpicando, el cuerpo pequeño hundiéndose, y luego la figura de D