Danae
El majestuoso edificio de Montenegro Enterprises se alsó ante mi imponente y majestuoso. Me habían dado el trabajo, oficialmente era la asistente personal de Kael Montenegro y mi corazón no podía latir más fuerte en mi pecho. Alisé mi blusa y miré mis zapatos de tacón oscuro, Lana había alisado mi cabello con una vieja plancha, según ambas, estaba impecable.
Atravesé las puertas movedizas y me acerqué a la señora de la recepción con los nervios a flor de piel.
—Buenos días, soy…
—Danae Solís —dijo con la voz cortante sin despegar su mirada del ordenador—. El señor Montenegro te espera en su oficina en el último piso.
Asentí y me giré dispuesta a comenzar mi día de trabajo, pero su voz me detuvo.
—¿Has traído su café? —cuestinó.
Por acto reflejo miré mis manos vacías. Nadie dijo que debía traerle el café. La señora negó con la cabeza como si acabase de cometer el peor error.
—Como sea, ve a trabajar.
Asentí y volví a retomar mi camino. Varios trabajadores caminaban apresurados a