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Con un leve temblor de sus manos pensó en lo conveniente que fue haber visto a Hana sin entrar o tocar antes, y por suerte, sin haber sido descubierta. Si una Omega hacía un nido, nadie más podía irrumpirlo aparte de su pareja, ya que eso podría traer graves problemas. Si hubiese tocado la puerta, Hana podría haberse alterado y entrado en pánico; un nido era algo muy delicado. Y por ello debía apresurarse, una sirvienta podría entrar a llevarle agua o un costurero a tomarle medidas para un nuevo traje, y eso no resultaría en nada bueno.

Alterar de esa forma a una Omega podría hacerle daño a su lobo, y sin la consciencia animal, la parte humana se marchitaría junto con ella.

Y qué decir si la Omega estaba marcada. En medio de su pánico llamaría a su Alfa y el intruso podría perder su vida gracias a la furia incontrolable del Alfa en cuestión. Todo por entrar al nido. Aunque este no era el caso de Adrien y Hana, ese par estaba lleno de sorpresas que nadie podría esperarse.

Jade frunció
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