Livia
Retrocedí un paso y busqué calmarme. Todavía sentía mi sangre corriendo por las venas, aún quería romperle la cara por imbécil. Me descontrolaba por completo el no entenderlo, la idea de sentirme tan usada y que no fuera solo culpa suya, sino de todos los hombres que habían pasado por mi vida.
—¿Por qué no mataste al espía y lo dejaste ir?
—Porque quiero que vean que no te rompiste con las mierdas que te han hecho llegar. Que no estás sufriendo, que disfrutas ser mi mujer, y eso les joderá más que cualquier cosa que hagamos. Se han jodido ellos solos.
¿Cómo no pensé en eso? Tenía razón al llamarme impulsiva, no me detenía a pensar en nada y solo actuaba.
—Si quieres que deje de ser una insensata, empieza por decirme las cosas y no suponer que soy adivina. Actúo por instinto; si me siento en peligro, haré lo que sea para dejar de sentirme así —golpeé su pecho con el dedo índice, y en todo momento mantuve la cara alzada para no bajarla—. Otra vez, dímelo e intentaré actuar con cab