El celular vibró con un zumbido estridente que quebró el instante cargado de tensión. Rebeca dio un respingo, como si el sonido hubiera roto un hechizo peligroso. Por dentro, agradeció la interrupción; no estaba lista para enfrentarse a lo que Dimitri estaba a punto de decirle. Su corazón latía demasiado rápido, y la cercanía de él había desatado un torbellino que no quería descifrar todavía.

Aun así, mientras extendía la mano hacia la mesita, sintió cómo una sombra de su antiguo yo —Isabella— despertaba en su interior. Esa Isabella adolescente que, entre fantasías y sueños inocentes, alguna vez se había imaginado junto a Dimitri. Pero esa era otra vida, otro tiempo. Después había llegado Max, el accidente, el dolor que la transformó en Rebeca.

Con un nudo en el estómago contestó.

—¿Sí?

Al otro lado de la línea, la voz de Giovanni explotó con urgencia.

—¡Salgan de allí… ahora!

El tono alterado, el temblor en sus palabras, hicieron que la sangre de Rebeca se helara. La escena se le rep