Demoré tres días en darme cuenta que iba con atraso, y el descubrimiento me sumió en una mezcla de alegría y terror que me costó dominar.
Alegría porque si no era una consecuencia de lo que me hiciera Lazlo, quería decir que había concebido con Mael. Y terror de sólo pensar en lo que Olena podría hacerme si lo descubría.
Esa noche, conduje a Mael a sus habitaciones como siempre y encontré a su enjambre de rubias todas allí, muy atareadas empacando buena parte de su guardarropas.
—¿Te marchas, Majestad? —inquirí sin ocultar mi contrariedad.
Olena hizo que Mael le rodeara la cintura con un brazo, apoyándose en su costado para deslizar una mano dentro de su camisa y acariciar su pecho, donde sus músculos pectorales volvían a insinuarse.
—Aún no, muchachita entrometida — respondió con esa sonrisita intencionada que me obsequiaba en esas situaciones—. Pero mi equipaje debe llegar a Solstein antes que yo, y lo quiero preparado para partir cuando llegue e