Los niños llegaron corriendo por delante de Briana, que traía leche fresca para el biberón nocturno. Malec despertó al escucharlos, y en un abrir y cerrar de ojos la casa era un lío de voces animadas, las exclamaciones del bebé, los niños correteando a mi alrededor. Y la presencia dulce, única de mi pequeña para terminar de hacer perfecto ese momento.
Cenamos en medio del risueño alboroto que solían ser nuestras comidas. Era nuestra costumbre que en esos momentos Quillan y Sheila fueran el centro de atención indiscutido. Y los pequeños se atropellaban excitados para contarnos lo que habían hecho durante el día, mientras Malec intentaba esquivar las cucharadas de papilla para participar de la plática.
Luego me llevé a los niños y al bebé a la sala. Me senté en uno de los sillones frente al fuego con Malec en brazos y los niño