Los labios frescos de Risa contra mi piel me despertaron en medio de la noche. Ella lo advirtió aunque permanecí muy quieto, disfrutando sus amplias caricias por toda mi espalda y su esencia cubriéndome como un manto de flores.
Hasta que me mordisqueó suavemente el hombro, reclamando alguna reacción de mi parte. Entonces me volví hacia ella, aunque no me permitió tenderme de lado enfrentándola, guiándome a acostarme boca arriba.
Adiviné su sonrisa en la penumbra de la habitación y enlacé su cintura mientras me volvía, atrayéndola sobre mí. Su cuerpo liviano, tibio, cubrió el mío mientras nos besábamos sin apuro. Y un momento después su boca resbalaba entre mis pectorales hacia mi ombligo y más allá de mis caderas, que se alzaron por propia voluntad cuando su lengua rozó mi ingle.
Volver a hundirme en su boca de