Mientras yo buscaba formas de asegurar nuestra frontera y no pensaba más que en la guerra, Risa pensaba en la vida y en nuestra familia.
Malec ya había cumplido los seis meses, pero aún se alimentaba cada cuatro o cinco horas, y al cuerpo de Risa le costaba seguir satisfaciendo el apetito insaciable de un pequeño lobo. Además, la necesidad de despertarse a darle pecho por la noche también comenzaba a hacerse sentir.
Maeve le aconsejó que comenzara a probar distintas papillas, para ver cuáles le gustaban más. Fue un cambio que Malec celebró con su habitual despliegue de exclamaciones y brazos en alto, moviéndose como aspas enloquecidas.
Pronto quedó claro que le gustaba el color naranja, porque sus purés preferidos eran de zapallo y de zanahoria. Los comía con apetito, y Risa debía mantener el plato a distancia prudencial, porque el bebé intentaba por t