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El Robo Al Puesto De La Heredera

La muerte de Adame no fue de mucha importancia para los hombres de la organización, quienes solo deseaban el puesto de líder, sin considerar la presencia de Valentina. Al llegar a la gran mansión, Valentina, devastada por la pérdida de su padre, solo anhelaba huir de ese lugar y escapar de la angustia que la consumía. Pero nada sería tan sencillo.  

Al intentar entrar a su cuarto, el mayordomo se aproximó con solemnidad: 

 —Señorita, el abogado de su difunto padre la espera en el despacho. 

Valentina esbozo una sonrisa irónica, mientras sus ojos delataban su profundo sufrimiento:  

 —¿Solo han pasado horas desde la muerte de mi padre y tan pronto leerán su testamento? —preguntó con sarcasmo antes de dirigirse al despacho. 

El abogado, un hombre de mediana edad, aparentemente de confianza, comenzó:

 —Mi más sentido pésame, señorita Valentina. Su padre era un hombre tan excepcional que… —El abogado intentó hablar, pero Valentina lo interrumpió.

 —Vino a leer el testamento, ¿cierto? Aquí estoy. Proceda, por favor.

 —Sí, por supuesto —tartamudeo el abogado, desplegando el documento—Es bastante conciso… como era característico de él.

 —Tranquilo, no se preocupe. Lea en voz alta y lo más rápido posible para terminar con esto —dijo sin la más mínima empatía, ocultando el dolor que la consumía. 

—Claro... claro —El abogado carraspeó —: " Declaro a mi hija Valentina única heredera de todos mis bienes y el liderazgo de la organización que en vida fundé y mantuve a mi cargo".

Valentina, al escuchar el último deseo de su padre, rompió en llanto. Ella no quería hacerse cargo de la organización que provocó la muerte de toda su familia. El abogado, al notar sus lágrimas, añadió:

 —Valentina, no es necesario que asumas el liderazgo ahora si no estás preparada—dijo el abogado con tono comprensivo —. Sé que la muerte de tu padre ha sido repentina y que esta responsabilidad es abrumadora, especialmente cuando la organización no atraviesa su mejor momento. Puedes tomarte el tiempo que necesites para procesar tu duelo… el cargo estará esperándote cuando te sientas lista. 

 —Gracias por venir hasta aquí—respondió Valentina con voz quebrada, mientras las lágrimas distorsionaban su visión —Pero debo retirarme, necesito estar sola por ahora. No me siento bien, disculpe.

—Espera, Valentina—dijo el abogado extendiendo un documento — Aquí tienes una copia del testamento de tu padre. Puedes conservarla. Yo guardaré el original como medida de seguridad, ¿de acuerdo?

 Valentina tomó el documento con manos temblorosas y murmuró:

 —Gracias. Ya puede retirarse—respondió con voz apenas audible. 

 El abogado abandonó la mansión. Valentina contuvo las lágrimas que amenazaban con brotar, apretó con fuerza el testamento y salió de la oficina. En ese momento, el mayordomo se acercó con paso sigiloso: 

 —Señorita, la esperan en el salón principal. 

 Sin molestarse en preguntar quien la requería, Valentina entro en la sala. Allí encontró a Damián acompañado de tres de sus hombres, aquellos que junto a su padre habían fundado la organización de tráfico de armas. Damián, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, declaró:  

 —Valentina—dijo Damián con falsa solemnidad— En cumplimiento del último deseo de tu padre, he venido a informarte que respetaré su voluntad al pie de la letra. Conservaras esta mansión y todas las posesiones materiales de tu padre. Sería un pésimo amigo si permitiera que la hija de mi querido Adame quedara desamparada—hizo una pausa calculada— Por eso solo vine a comunicarte que asumiré el liderazgo de la organización, exactamente como tu padre me encomendó. 

 Valentina, atónita y conmocionada, replicó con voz temblorosa: 

 —¿Qué estás diciendo? ¿De dónde sacas semejante mentira? —Apretó el documento contra su pecho—Mi padre jamás te habría elegido sucesor, y lo sabes perfectamente. Hoy recibí su testamento y conozco bien cuales eran sus verdaderas intenciones —mostró el documento que sostenía.

 Damián, con gesto desafiante, extrajo un testamento falso:

 —No sé de dónde sacaste ese papel, Valentina, pero este es el auténtico testamento de tu padre, que el mismo me entrego personalmente días antes de ser asesinado.

 Valentina examinó el falso testamento con mirada incrédula antes de estallar:

 —¿Te has vuelto loco? Esto es falso. Creí que eras amigo de mi padre, incluso como un tío para mí. ¿Y ahora vienes a traicionarme? ¡No te lo perdonaré! Realmente te desconozco. 

 —Valentina, basta. El documento que tienes es falso—insistió Damián con calma calculada—Este es el legítimo testamento y cumpliré los últimos deseos de tu padre, lo entiendas o no. Además, uno de sus deseos fue un matrimonio arreglado para que pudieras ser feliz lejos de aquí, como tanto lo deseaste —Damián añadió con ironía—: ¿Ahora crees que el testamento que llevo es falso? No entiendo tu reacción, Valentina. Siempre creí que me considerabas un amigo de la familia, casi un tío. ¿Cómo puedes acusarme de traición ahora? 

Valentina seguía leyendo el testamento falso cuando, con voz temblorosa, exclamó: —¡Esto es imposible! Mi padre nunca habría hecho algo semejante... —Sus palabras se quebraron mientras asentía con visible aflicción.

Damián le arrancó el documento de las manos con brusquedad y espetó con desdén: —¿Lo comprendes ahora? Tu propio padre reconocía tu ineptitud. Ni siquiera estarías capacitada para gestionar la crisis que atraviesa nuestra organización. —Hizo una pausa dramática antes de continuar—: ¿De verdad te crees capaz de asumir esta responsabilidad? 

Cruzó los brazos y concluyó con tono definitivo: —Te ofrezco un ultimátum, Valentina: aceptas esta residencia y la herencia monetaria... o te vas con las manos vacías. La decisión es tuya.

La mente de Valentina se nubló mientras un profundo anhelo surgía en su interior: deseaba que alguien la rescatara de aquel infierno y le ofreciera una vida tranquila y estable. La sola idea de luchar por una posición que le había costado la vida de toda su familia le resultaba insoportable. El agotamiento físico y mental finalmente quebraron su voluntad, llevándola a renunciar a su herencia, convencida de que era la mejor decisión para su futuro. 

Tres días después del funeral, Damián fue proclamado nuevo líder de la organización. Durante la ceremonia, señalo a Valentina y declaró con falsa cordialidad:   

—Valentina, agradezco tu presencia en este día tan importante. Para mí es un honor contar con tu apoyo

Ella visiblemente incomoda, asintió con una sonrisa forzada, pues su asistencia no había sido voluntaria. Damián continuó, elevando su voz. 

—A partir de ahora, implementaremos cambios significativos. Todos conocíamos la incompetencia de Adame para dirigir esta organización—hizo una pausa dramática—Sus errores lo condujeron a ese trágico final. Él sabía que yo era el sucesor indicado, por eso me eligió a mí y no a su querida hija, consciente de su incapacidad para el liderazgo. Pero tranquila, Valentina —clavo en ella una mirada cargada de desdén— tu padre te hizo un favor al no heredarte esta pesada responsabilidad.   

 

Las palabras de Damián hicieron brotar lágrimas de indignación en Valentina, mientras un dolor abrasador consumía su interior. Sus pensamientos resonaban con rabia: "¿Cómo se atreve a difamar así a mi padre? El poder lo ha corrompido por completo hasta convertirlo en este hombre que me humilla públicamente... Este miserable no es el hombre que conocí. Ojalá, papá, pudiera presenciar esta humillación y ver al monstruo en que se ha convertido".

Cada palabra de Damián era un nuevo golpe, una traición que le destrozaba el alma. Las lágrimas ardían en sus mejillas, mezcla de dolor, rabia e impotencia. En ese momento, hubiera dado cualquier cosa por que su padre resucitara solo por un instante, solo para presenciar la vileza de quien había sido su hombre de confianza.

Incapaz de contener el llanto bajo las miradas curiosas de, los presente, Valentina se levantó abruptamente para huir. En ese momento, una figura alta y familiar emergió entre la multitud. A medida que el hombre se acercaba, los murmullos se convirtieron en exclamaciones de asombro. Valentina al secarse las lágrimas, reconoció aquel rostro y todos gritaron: "¡Es Mateo!". Valentina quedó paralizada, sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies, incapaz de creer lo que sus ojos veían.

 Años atrás. Mateo, el hijo adoptivo del padre de valentina, había regresado después de años de entrenamiento secreto en el extranjero, por decisión de Adame. Cuando Mateo y Valentina se conocieron, ella entonces era una adolescente que se sintió inmediatamente atraída por su carácter sensible, tan diferente a los hombres violentos que la rodeaban. Con el tiempo, se enamoraron en secreto. Hasta que un día el mayordomo los descubrió besándose bajo el viejo roble del jardín.

Para Adame, descubrir que su hijo adoptivo se había enamorado de su hija, representaba una traición imperdonable. Consideraba que Mateo no era digno de Valentina, pero en lugar de desterrarlo con palabras, optó por una solución más cruel: la violencia. Sabía que matarlo no era necesario; con una herida bien calculada a un centímetro del corazón bastaría como advertencia. Así, lo abandono como a un animal agonizante en un cementerio olvidado, convencido de que jamás regresaría.   

Durante dos largos días interminables, Mateo lucho contra la muerte, entre delirios de fiebre y hambre, hasta que una anciana lo encontró al borde de la inconsciencia y lo salvo. 

Mientras tanto, Valentina, desesperada por la desaparición de su amor, cayó en una profunda depresión. En un intento de calmarla, Adame le mintió, afirmando que Mateo había partido voluntariamente con parientes adinerados. Aunque ella no lo creyó, sus esfuerzos por encontrarlo resultaron infructuosos, alimentando en ella un doloroso sentimiento de abandono y traición.

De vuelta al presente, Mateo al escuchar las humillaciones y burlas de Damián hacia valentina, avanzó con paso firme entre la multitud y alzo la voz con autoridad: 

—¡No tienes derecho a hablar así de Valentina ni de su padre! ¿Para eso la invitaste? —su tono cortó el aire como un cuchillo — No permitiré que nadie la humille. ¿Está claro?

Un silencio incomodo se apodero del salón. Todos, incluido Damián quedaron petrificados, incapaces de creer que el hombre al que daban por muerto estuviera allí. 

Para Valentina, el tiempo pareció detenerse. Aquel reencuentro soñado durante años ahora la paralizaba. Mientras los murmullos crecían a su alrededor, ella solo podía fijarse en los ojos de Mateo, esperando encontrar en ellos el amor que alguna vez compartieron. Pero solo encontró frialdad, una mirada que la atravesó como una daga, devolviéndole al presente con un dolor más agudo que cualquier herida  

Damián, recuperando la compostura, le espetó con sarcasmo: 

—Que sorpresa…Mateo ¿Regresaste después de tanto tiempo solo para defender el honor de una llorona y su padre? 

Mateo no se inmutó. Su respuesta resonó con la fuerza de un juramento:  

—He vuelto para apoyar a Valentina en su duelo y cumplir una promesa. Y si alguien, incluyéndote, vuelve a faltarle al respeto a Valentina o a la memoria de Adame, tendrá que vérselas conmigo.

Una fría sonrisa se dibujó en los labios de Damián mientras asentía, pero sus ojos delataban el pánico que lo corroía por dentro, el conocía toda la verdad sobre Mateo: su milagrosa supervivencia, su entrenamiento en el extranjero, y, sobre todo, el profundo vínculo que alguna vez lo unió a Valentina. 

“¿Si descubre la verdad sobre el testamento?... ¿si se alían contra mí? ...” pensó Damián, mientras trataba de controlar sus pensamientos. 

El peligro era claro: Mateo no solo tenía los conocimientos para desenmascarar su conspiración, sino también el carisma para movilizar a los descontentos dentro de la organización. Y lo peor de todo, Valentina, la legítima heredera que podría convertirse en una alianza mortal para su recién adquirido poder.

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