Mi mano voló hacia mi vientre, un gesto de puro instinto primitivo. Un gruñido bajo y protector salió de la garganta de Ronan, un sonido tan lleno de furia y terror que hizo vibrar el aire. Él era un rey, un protector, y estaba completamente, absolutamente impotente.
“Está aquí,” susurré, las palabras un sonido ahogado y roto. “Está dentro de nuestras paredes.”
La presión psíquica en el patio se intensificó. No era un ataque. Era una presencia. Una mente vasta y antigua que ahora extendía sus tentáculos hacia nuestro mundo, probando nuestro aire, leyendo nuestros pensamientos. Era un cazador saboreando el aroma de su presa, sin ninguna prisa.
Entonces, cayó el primer lobo.
No era uno de los convertidos. Era uno de los nuestros. Un joven guerrero que reconocí por su olor a savia de pino y arrogancia juvenil. No gritó. Simplemente cayó, su cuerpo quedando inerte, los ojos abiertos mirando un cielo que ya no podía ver.
Un jadeo colectivo de horror puro recorrió la manada. La canción unif