Yuri.-
El metal frío del suelo bajo mi mano ensangrentada, la alarma de mi fortaleza seguía aullando como una bestia herida y el olor a pólvora y a carne quemada inundaba el aire.
Miré mi pierna sintiendo un dolor agudo y punzante, me arrastré por el pasillo, estaba cerca de la salía oculta de la que solo yo tenía conocimiento.
— ¡Maldito Emil Kosta!
Iba dejando un rastro oscuro y húmedo, el dolor era insoportable, me recorría cada nervio, pero el odio que sentía era mucho más intenso.
Ese maldito ruso, me las va a pagar, obvio fue él quien me traicionó.
— Esto no se va a quedar así –apreté los dientes, aguantando el dolor.
Me levanté apoyándome en la pared, el sudor frío corría por mi espalda y la sangre manaba sin control de mi herida, me quité el cinturón, rodee mi muslo, inhalé profundamente y apreté con fuerza, volví a apretar los dientes, si gritaba llamaría la atención.
Por fin la brisa fría me golpeó con fuerza, mis ojos buscaron la oscuridad, solté un suspiro con algo