Nadia.-
¿Cuándo será el día en que deje de recibir malas noticias? ¿Acaso ya no he pasado lo suficiente?
Las voces del médico y de Emil se oyen lejanas, mi cerebro quedó en pausa, a pesar de las luces incandescentes del consultorio sentía que nuevamente estaba cayendo sobre un agujero negro.
Todo parecía una cruel burla.
— ¿Cuánto? –pregunté de una manera tan mecánica, el silencio fue tenso, me sentía suspendida en el aire como si estuviera en otra dimensión, pero el abrazo de Lina me sostenía.
Me giré para ver la cara del médico, él no sonreía, ajustó sus gafas, sus ojos se posaron en los de Emil y luego en los míos, con una voz suave, casi inaudible.
— Tres meses, podemos extenderlo hasta seis, pero no más –pronunció, destrozando mi alma–. la enfermedad avanza rápido, solo podemos suministrar medicamentos para que comparta con su familia, que tenga una vida… normal sin sufrimiento, pero es lo único.
Las lágrimas que me negaba a soltar, tomaron vida propia humedeciendo mi rostr