El hombre de la gasolinera la mira con sospecha. Una mujer sola, embarazada y con un vehículo tan lujoso como lo es el todoterreno que conduce Anita. Es verdaderamente dudoso de digerir.
—Llena el tanque —prácticamente ordena al hombre.
—¿Qué hace una mujer como tu tan sola, cariño? —se acerca el sujeto aspirando el aroma que desprende Anita —. Creo que necesitas un hombre que te acompañe, preciosa —acorta mucho más el espacio entre ellos obsequiándola con una sonrisa malévola.
Anita introduce la mano en el pequeño bolso que tiene atravesado en el torso, empuña la pistola que mantiene en el bolso y con un movimiento diestro la saca colocándola en la cara del hombre.
—¡No te acerques!
—¡Wow, wow espera, guarda eso! —Anita lo mira con tanta seriedad que el hombre da unos pasos hacia atrás con las manos arriba —. No juegues con eso princesita —le dice al mirar sus manos y unas bien cuidadas.
—No lo considero un juguete, imbécil —suelta el botón de seguridad y el hombre casi grita de su