La luz entra tímida por la rendija de las persianas dándole directamente en la cara, se remueve incómoda por la sensación extraña que siente en la piel. Emily se revuelve entre las sábanas, despierta sin desperezarse aún envuelta en el calor de la madrugada. Su cuerpo está tibio, su piel húmeda, y su respiración se siente más pesada de lo habitual. Abre los ojos lentamente, como si temiera que el mundo la recibiera con una verdad que no quiere enfrentar.
El camisón está húmedo por el sudor que aun siente, la tela pegada a su piel como si lo hubiese hecho toda la noche. Se toca el cuello, donde una punzada le recuerda algo. La marca de los dientes de Nicolay. Se sienta de súbito en la gran cama ¿Lo soñó?
Saca las piernas de la sábana despacio, sintiendo el cuerpo extraño. No dolorido, pero distinto. Como si algo hubiese despertado en ella. Como si su piel ya no le perteneciera del todo.
—¿Fue real? —susurra, mirando la almohada vacía a su lado.
Recuerda el beso que ella propició enajen