Emily abraza de nuevo a Becky, es su niña querida. Se siente muy feliz de estar con su familia, ya no le importa que esté atrapada en un contrato por un ano con un mafioso.
< ¡Dios mío, es un mafioso! >, piensa alarmada cayendo en la cuenta.
La claridad de sus pensamientos la golpean fuertemente, no había tomado en cuenta el hecho de que Nicolay no era un hombre común, es uno de esos que tienen negocios turbulentos y además asesino. De pronto su felicidad se ve opacada por la realidad que le ha tocado vivir. Detiene el sollozo que pugna por salir de su garganta mientras se encuentra abrazada a su hermanita que dormita por lo temprano que es aún. Necesita hablar con él, debe darle garantía de que a su familia no le sucederá nada. Se encuentra en la disyuntiva de levantarse y llamarlo cuando unos toques suaves en la puerta la sacan de su predicamento:
Iván entra con paso firme pero tranquilo. Los niños bajan de la cama sin dejar que les digan para que igual que el día de ayer el mé