Se dio cuenta de que algo estaba mal con el bebé y, aguantando el dolor, se vistió a toda prisa.
Tomó su celular y su bolso y bajó las escaleras. La noche la recibió con viento helado y, en cuanto salió del hotel, el dolor en su vientre se intensificó. Vio un taxi estacionado afuera y subió.
—Por favor, lléveme al hospital.
El taxista la miró por el retrovisor, bajó la vista hacia una foto en su celular y asintió.
—Claro.
El dolor de Regina se volvía cada vez más insoportable. Junto con las punzadas, sintió que algo tibio le escurría por las piernas. La sensación era como si le hubiera bajado la regla, pero sabía que estaba embarazada. Era imposible.
«¡Es el bebé!», pensó aterrada. «¡Algo le pasó al bebé!»
—¡Señor, por favor, más rápido!
Con manos temblorosas, sacó el celular de su bolso para llamar a Gabriel. Cuando el teléfono empezaba a marcar, un estruendo ensordecedor la tomó por sorpresa.
—¡Pum!
La inercia la lanzó con una fuerza brutal hacia adelante. Su cabeza se estrelló contr