Regina arrugó la frente, su tono cargado de fastidio.
—¿No fue suficiente con lo de anoche?
Lo barrió con la mirada.
—Te lo digo por tu bien, Gabriel. A tu edad, deberías cuidarte un poco más. No te vayas a desgastar.
Gabriel rio, pero su risa tenía un tono de enojo. Le tomó el mentón para obligarla a mirarlo.
—¿En serio crees que si te busco es solo para acostarme contigo?
Ella se mordió el labio, con la cara indiferente.
—¿Y para qué más sería?
Él la observó. Toda la ternura y el afecto que sentía por ella se agolparon en su garganta, pero no pudo pronunciar una sola palabra ante su indiferencia.
Sonrió con autodesprecio.
—Tú sabes lo que quiero decir. No quieres aceptarlo.
Regina no le contestó. Se liberó de su agarre, se levantó y se sentó al otro lado. Comió un poco de la carne, pero no tocó nada de lo que él había comprado.
Gabriel la observó en silencio desde su lugar. No dijo nada más.
Cuando terminó de comer, fue al baño a lavarse los dientes y la cara. Al salir, lo encontró d