Gabriel la miró con dureza.
—¿En serio quieres el divorcio?
—¡Sí! —respondió Regina, inflexible—. ¡Quiero el divorcio! No voy a ser como mi madre y conformarme con pasar mi vida al lado de un hombre infiel.
—Yo no te he sido infiel… —intentó defenderse.
Pero ella lo interrumpió de nuevo.
—¡No me importa lo que digas, ya no te creo nada!
Vio el rechazo en su cara y comprendió que estaba demasiado alterada para razonar. Después de un momento, la soltó.
—Regresa a casa para que te calmes.
***
Gabriel se quedó viéndola irse. Sabía que, en cuanto llegara a casa, empacaría sus cosas para irse con Andrea. Conocía su temperamento a la perfección, y justo por eso, la situación lo frustraba mucho.
Tomó el acuerdo de divorcio de la mesa y, sin siquiera mirarlo, lo arrojó al bote de basura. Luego, levantó el teléfono y marcó un número. Del otro lado, una voz suave de mujer contestó.
—Gabriel, ¿qué pa…?
—¿Fuiste a ver a Regina? —la interrumpió, con un tono acusador.
Hubo una pausa. La mujer sonaba