Andrea quiso abrir la puerta, pero Daniel la sujetó de la barbilla y siguió besándola apasionadamente. El timbre no dejaba de sonar, una y otra vez.
—A lo mejor es Regi.
Ella era la única que solía visitarla sin avisar. Andrea lo empujó.
A él le caía fatal Regina, pero sabía que para su novia, esa amiga era más importante que él. De mala gana, la soltó y se fue a la sala.
Andrea se apuró a arreglarse la ropa y abrió la puerta, con la cara todavía sonrojada. Pero no era Regi quien estaba afuera, sino Gabriel.
Tuvo un mal presentimiento.
—¿Qué haces aquí?
—¿Dónde está Regina? —preguntó él con dureza.
—¿Regi no vive contigo?
Andrea entendió la situación.
—¿Se volvieron a pelear? La hiciste enojar y se fue, ¿verdad?
—¿No está aquí?
Gabriel arrugó la frente y se fijó en las marcas que ella tenía en el cuello. Sin decir más, se dio la vuelta para irse.
—Si algo le pasa a Regi, ¡te juro que no te la vas a acabar!
Volvió a entrar, recogió su bolso del suelo, sacó su celular e hizo una llamada.