Gabriel estacionó el carro frente al Hotel Real de Minas.
Cuando quitó los seguros, Mónica se quitó el cinturón, lista para bajar, pero se detuvo y volteó a verlo.
—¿No quieres subir un rato?
Gabriel clavó la mirada en ella.
—Tengo esposa.
La respuesta fue como una cachetada. Mónica sintió que la cara le ardía y se apresuró a justificarse.
—Solo quería invitarte un café, para seguir platicando… No tengo muchos amigos. Pero tienes razón, no se ve bien. Lo siento, no debí decir eso.
Él no respondió.
Ella abrió la puerta y bajó del carro.
Gabriel la observó entrar al hotel y después condujo de regreso a casa.
***
Al llegar, la luz de la sala seguía encendida. Abrió la puerta de la habitación y vio que la lámpara de la mesita de noche tampoco estaba apagada. Bajo la tenue luz amarillenta, distinguió un bulto en la cama, Regina estaba hecha un ovillo bajo las sábanas.
Por instinto, caminó sin hacer ruido.
Se detuvo al borde de la cama y la contempló en silencio por un momento. Su respiració