La casa de la manada Oeste estaba silenciosa aquella tarde. Sierra, sentada frente al gran ventanal de su habitación, apretaba los labios mientras veía el atardecer, otro día más en la manada Oeste donde no tenía a nadie. El lugar que había imaginado como un hogar se había convertido en una prisión de indiferencia. Desde que aceptó dejar su manada para casarse con Kael y convertirse en la Luna, había esperado comprensión, cariño, aunque fuera respeto. Pero lo único que recibía era distancia.
Su padre le había dicho que le esperaban grandes cosas, que ella era una reina. Una Beta y que merecía lo mejor, había sido criada con las mejores niñeras, instruida para ser una Luna, no merecía estar de prisionera con Kael, que la ignoraba por completo, ni siquiera llegaba a la habitación, no dormían juntos, después de la boda él se encerró en su oficina y la ignoró por completo.
Sierra se había esforzado por ser paciente, recordándose una y otra vez que Kael cargaba con el peso de la manada. L