Ser Luna no era tan sencillo como ponerse un vestido bonito, llevar el cabello perfecto y sonreír para la manada.
Desde el día siguiente a la ceremonia, Lyra se encontró atrapada entre un sinfín de tareas: reuniones con los jefes, revisión de reportes de seguridad, distribución de recursos, organización de turnos para los entrenamientos, y además de todo eso, la clínica… y sus propios entrenamientos.
—Voy a explotar —murmuró mientras intentaba leer un informe médico con un ojo y anotar una sugerencia de distribución de alimentos con el otro.
Ragnar, que se encontraba sentado en el sillón junto a su escritorio, levantó la mirada con diversión.
—Si explotas, tendré que recoger los pedazos. ¿Prefieres que me encargue de este informe?
—¿De verdad lo harías?
—Lyra, te lo dije: no estás sola en esto.
Él se acercó, tomó los papeles y empezó a revisarlos con calma, como si no fuera el Alfa más temido de las manadas. Ella sonrió, aliviada. Con Ragnar a su lado, el puesto de Luna no parecía tan