—La próxima vez que intentes escabullirte lejos de mí, te juro que te voy a perseguir. Y que te quede claro, te voy a atrapar. —S-sí, señor. — tartamudeé. De la nada, sentí que cada rincón de mi cuerpo empezaba a hervir. —¡Alfa! —me corrigió— Puedo ser un Licán y un Rey, pero sigo siendo tu Alfa, cariñito. Salvia no era más que una Omega olvidada, una proscrita relegada a vivir como esclava en su propia manada, Espinas Negras. Marcos Sloane, destinado a heredar el poder, era la única persona en quien podía confiar. O al menos eso pensaba. Cuando un desconocido apareció en su camino, malherido y al borde de la muerte, el corazón lleno de bondad de Salvia no le permitió darle la espalda, a pesar de que sabía bien lo que significaba proteger a un rebelde. Pero, apenas esa persona logró recuperarse, también se olvidó de ella. Salvia ya había sentido toda esperanza esfumarse… hasta que aquel mismo desconocido regresó, justo cuando todo en su vida se estaba desmoronando. Sin embargo, lo que parecía ser su salvación, pronto se convertiría en una nueva herida, cuando salieran a la luz verdades que pondrían su mundo de cabeza, provocando que se sintiese aún más traicionada que nunca. Le habían dado una segunda oportunidad y un nuevo hogar… pero rápidamente cayo en cuenta de que la manada real no era lugar para una Omega proscrita, sin rango ni nombre. Y aquella atracción cada vez más fuerte hacia un Rey que nunca podrá ser suyo, era lo último que necesitaba. En un mundo marcado por amenazas de mutantes y luchas de poder, ¿podrá romper Salvia las cadenas que la han atormentado toda su vida y forjar su propio destino, o estará irremediablemente condenada a seguir siendo una Omega rechazada?
Leer másSalviaEl antiguo texto se desdibujaba ante mis ojos cansados mientras buscaba cualquier cosa que pudiera ayudar en nuestra situación. Había estado en la biblioteca desde el amanecer, rodeada de polvorientos tomos sobre la historia de las manadas sanadoras, con la esperanza de encontrar algún precedente, alguna laguna legal en las leyes que Matilda estaba usando contra nosotros.—...poderes peligrosos... —el fragmento susurrado captó mi atención cuando dos lobos nobles pasaban cerca—. ...recuerda lo que le pasó a la manada de su familia...—Destruida por una buena razón, según escuché —respondió el otro, lo suficientemente alto para asegurarse de que lo oyera—. Algunas habilidades son demasiado impredecibles para confiar en ellas.A través de nuestro vínculo, sentí que el instinto protector de Carlos se disparó ante sus palabras, pero le envié energía tranquilizadora. Que susurraran, cada reacción solo le daba más munición a Matilda.—Deberías descansar —Violeta apareció a mi lado, fru
Carlos—El consejo exige una respuesta, mi Rey. —La voz del Lord Marcos raspó mi último nervio mientras miraba por la ventana de mi estudio. Abajo, podía ver a Salvia en el jardín, su cabello rubio platinado captaba la luz de la mañana. A través de nuestro vínculo, sentí que intentaba mantenerse fuerte, a pesar de los susurros que ahora la perseguían.—Ya les he dado mi respuesta —mi voz podría congelar la sangre en sus venas—. Múltiples veces.—Los territorios del Norte se impacientan —insistió, a pesar de mi evidente rechazo—. La oferta de alianza de Lady Matilda...—No es ni deseada, ni necesaria —me giré desde la ventana, dejando que mi poder llenara la habitación—. ¿No fui lo suficientemente claro al respecto?El anciano se movió incómodo, pero no retrocedió. —Las leyes son bastante específicas, mi Rey. Una compañera real debe cumplir ciertos requisitos...—Las leyes pueden cambiarse.—Estas no. —El padre de Victoria dio un paso adelante desde donde había estado acechando en la p
SalviaEl tiempo pareció congelarse mientras las palabras de Matilda quedaban suspendidas en el aire. A través de nuestro vínculo, sentí la furia de Carlos creciendo como una tormenta, aunque exteriormente mantenía esa calma letal que hacía que los lobos inferiores expusieran sus gargantas.—Estas leyes —continuó Matilda, sin que su perfecta sonrisa vacilara en ningún momento— son bastante específicas sobre los requisitos para la compañera real. Desenrolló el antiguo pergamino con deliberada lentitud, claramente saboreando cada momento—. Particularmente, en lo que respecta a los linajes y... ciertas habilidades naturales que una Reina debe poseer.Mi corazón latía tan fuerte que estaba segura de que todos podían oírlo. La sonrisa burlona de Victoria se ensanchó mientras se colocaba junto a Matilda, su alianza ahora evidente para todos.—Quizás —sugirió suavemente el padre de Victoria—, deberíamos discutir esto en privado, mi Rey. Asuntos tan delicados...—No. —El tono de Carlos no adm
SalviaEsos últimos días fueron un torbellino de alegría privada mezclada con solemnidad pública. La mañana después de nuestro compromiso, Carlos reunió a su madre y hermana en su estudio. Me quedé a su lado mientras se disculpaba, con la voz áspera por la emoción, por haberlas abandonado durante su dolor compartido.—Aprendí las lecciones equivocadas de él —confesó, sosteniendo las manos de su madre—. Sobre la fuerza, sobre los sentimientos y sobre la familia. Ahora quiero aprender mejores lecciones.Helena se derrumbó entonces, atrayéndolo a sus brazos como si todavía fuera un cachorro. Violeta se unió al abrazo, y yo intenté escabullirme para darles privacidad, pero Carlos atrapó mi mano.—Quédate —me dijo suavemente—. Tú también eres parte de la familia.Más tarde ese día, se dirigió a la manada sobre su ausencia en el memorial. De pie ante ellos, mostró una vulnerabilidad que nunca le había visto exhibir públicamente.—Un Rey que no puede enfrentar su propio dolor —declaró—, no pu
CarlosPor un momento, solo pude mirarla atónito desde el suelo. Nadie se había atrevido a usar su poder contra mí desde que me convertí en Rey. Ni siquiera mi padre... mi pecho se contrajo ante ese pensamiento, pero el pie de Salvia presionando firmemente contra mi esternón exigía mi atención.—¿Acabas de...? —comencé, sintiendo cómo crecía mi ira.—¿Tirarte de culo al suelo? Sí. —Me miró desde arriba, con sus ojos violetas ardiendo—. ¿Vas a hacer algo al respecto?Mi bestia se alzó ante el desafío, pero antes de que pudiera actuar, ella retiró su pie y cayó con gracia para sentarse a horcajadas sobre mis muslos. Esa posición íntima disipó mi enojo, reemplazándolo con una conciencia que había estado tratando de suprimir durante días.—Mírame —exigió suavemente, enmarcando mi rostro con sus manos—. Mírame de verdad.Intenté apartar la mirada pero ella me sostuvo con firmeza. —Salvia...—No más huidas —sus pulgares acariciaron mis mejillas, ese toque gentil contrastaba con el poder que
SalviaEscaneé nuevamente a la multitud que se iba reuniendo, y mi corazón se hundió cuando seguía sin ver a Carlos. El vínculo de compañeros latía con su dolor y culpa, pero cuando intenté alcanzarlo, me encontré con muros sólidos. Se había vuelto mejor bloqueándome esos últimos días, cada barrera más alta y fría que la anterior.—Mi Rey estará aquí en breve —escuché a Helena decirles a los miembros del consejo, pero su voz tembló ligeramente. Ella sabía que no asistiría, al igual que yo.Me mantuve indecisa al borde de la multitud, sin saber dónde pertenecía. Sin Carlos allí, sin que nadie supiera lo que era para él, me sentía más perdida que nunca. Algunos de los lobos nobles notaron mi incomodidad, sus susurros llegaron claramente.—...ni siquiera conoce el protocolo adecuado... —...no tiene lugar en un memorial real... —...probablemente está aliviada de que el viejo Alfa ya no pueda desaprobarla...—Lady Salvia —la voz melosa de Victoria destilaba falsa preocupación—. Quizás est
Último capítulo