Capítulo 10
Marcos

¡Se la llevó! ¡Iris era mi compañera! ¡Mía! ¡Me pertenecía! Puede que no la quisiera, pero era yo quien decidía qué pasaba con lo que era mío. ¡Nadie más! ¡Ni siquiera el maldito Rey Licán!

Sabía que era mía desde el día en que nació mi lobo; Amaru estuvo obsesionado con ella durante mucho tiempo, hasta que al fin logré convencerlo de que estar con ella no nos convenía. Pero durante mucho tiempo se resistió, no me dejaba mostrarle el desprecio que sentía hacia ella. ¿Cómo se atrevió la Diosa a atarme a una Omega sin lobo?

Al final, aceptó que ella nunca tendría un lobo, así que Amaru nunca tendría su media naranja, fue cuando me permitió rechazarla. Pero no lo haría sin divertirme un poco primero; cuando por fin le revelé que era mi compañera, quería que sintiera cuánto la despreciaba, cuánto odiaba su patética existencia.

Le hice una obra maestra en la espalda, desgarrando su piel y grabando mi asco con cada herida. Mi rechazo iba a ser lo último que escuchara antes de morir. ¡
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