Carlos
—¡No! Ella es una Omega de Espinas Negras. ¡Y se queda en Espinas Negras! —protestó Marcos.
—P-pero... él... me hizo daño —susurró Iris, temblando y aferrándose a mí con más fuerza.
Un gruñido salió de mi pecho, por lo que el Alfa se estremeció.
—Por favor, mi señor... hablemos de esto en privado —suplicó.
Mi primer instinto fue negarme, no darle ni un poquito de esperanza de salirse con la suya. Pero al ver a Iris, con la cara escondida en mi pecho, entendí que ya había sufrido demasiado frente a esa manada.
—Puedes decirle a la manada que se retire, pero tu hijo y la Beta se quedan —instruí. Disfruté ver el destello de miedo en sus ojos, al darse cuenta de que no escaparía tan fácilmente.
Acomodé a Iris en mis brazos, cuidando de no rozar las heridas abiertas en su espalda. Se me escapó un gruñido impaciente mientras esperaba a que el Alfa de Espinas Negras diera la orden. Quería terminar con esa estupidez para poder llevarme a mi pequeña, y asegurarme de que recibiera la aten