Carlos
Primero sentí un dolor agudo, como una corazonada de terror. El terror de alguien más. El vínculo de compañeros se activó con el miedo de Iris, lo que me obligó a largarme de una junta sobre seguridad en las fronteras.
—Y las patrullas del norte… —la voz de Gerard se fue apagando mientras otra ola de sentimientos me golpeaba; desesperación, traición y dolor.
Me levanté antes de darme cuenta de que me estaba moviendo. — Encuéntrala. Ya.
—¿Alfa?
—Iris. —su nombre salió en un gruñido—. Algo está pasando.
Mi lobo se retorcía bajo mi piel mientras caminaba rápido por la casa de la manada, siguiendo rastros de su aroma. Había estado en la biblioteca hacía poco; el olor de madreselva y lluvia aún flotaba cerca de su lugar favorito, junto a la ventana. Pero afuera, no había rastro de ella.
Más guardias se unieron a la búsqueda, pero nadie la había visto en horas. Cada minuto que pasaba volvía a mi lobo aún más frenético. Nuestro vínculo rugía con angustia, pero yo no lograba ubicarla