Derraman más lágrimas.
Levanto la vista y veo cómo se marchan, pasando junto a Lucas, Samanta, Derek y Marck, que esperan en la puerta. Se saludan y se despiden formalmente, y yo no puedo evitar suspirar de cansancio al ver que llega más gente. Sé que sólo están preocupados por Nick y por mí, pero el esfuerzo que me supone contestar a las preguntas que me hacen requiere una energía que ahora mismo no tengo.
—¿Estás bien, muchacha? —dice Marck con voz atronadora, y yo asiento, aunque es evidente que no, pero me resulta más fácil mover la cabeza de arriba abajo que de un lado a otro.
Levanto la vista, le sonrío brevemente y veo que ya le han quitado el vendaje de la cabeza. Se estuvo culpando durante días, pero ¿qué otra cosa podía haber hecho cuando el amante de Ruth Quinn, o sea, Casey, lo llamó con un falso pretexto, lo tomó desprevenido y lo golpeó en la cabeza con una barra de hierro en cuanto salió del ascensor?
—No voy a quedarme —continúa Marck—. Sólo quería que supieras que han