—Cuando regrese a casa de Harvey, me meteré en internet a buscar billete —se limpia la boca con la servilleta y me pide disculpas como Dios manda.
Paso media hora escuchando, asintiendo y negando, aunque mi mente está en otra parte. ¿Cómo es que Jackson no los ha llamado aún?
—Te van a despedir.
—¿Eh? —Miro la hora en mi Rolex. Son las dos y cuarto. Llego tarde, pero no tengo prisa por volver a la oficina. Lo único urgente es resolver mi problema con Jackson de una vez.
—Sí, será mejor que me vaya.
—Bonito reloj —añade, señalando mi muñeca con la cabeza.
—Regalo de boda —explico, poniéndome de pie y alisando el vestido—. ¿En qué dirección vas?
—De vuelta a casa de Harvey.
—Vale. ¿Me llamarás? No te irás sin despedirte, ¿verdad?
Su mirada se enternece y me da un superabrazo de hermano.
—No iría a ninguna parte sin despedirme de mi hermana pequeña —me besa en la coronilla—. No nos enfademos nunca más, ¿vale?
—Hecho. Pero mantén al canario encerrado en la jaula. E intenta ser cordial con