Me siento en su regazo y lo acerco más a mí. Lo abrazo con todas mis fuerzas y le acerco la boca al oído.
—Estoy locamente enamorada de ti —susurro—. También es un amor abrumador. Eso no cambiará nunca. Jamás. —Le beso la oreja—. Y punto.
Se gira y su boca atrapa mis labios.
—Estupendo. Mi corazón está contento.
Sonrío tímidamente mientras enfatiza su felicidad con un beso y nos sumerge en la bañera hasta que estoy tumbada sobre su pecho. Nos besamos durante mucho, mucho tiempo. Es un beso dulce y tierno, pero es lo que ambos necesitamos en este momento: puro amor, sin excusas, a lo grande. Es fuerte. Nos deja tontos a los dos.
Se aparta y me toma la cara con las manos.
—Quiero bañarte.
—Pero estoy a gusto así.
Sólo quiero quedarme aquí tumbada en su pecho hasta que se enfríe el agua y tengamos que salir de la enorme bañera.
—Podemos estar a gusto en la cama, donde podrás quedarte dormida en mis brazos, que es donde tienes que estar.
Frunzo el ceño.
—Pero si no es ni media tar… —Dejo