Tiro de mi pierna, pero es inútil. Está tumbado boca abajo y me toma del tobillo con las dos manos.
Me mira con unos ojos adorables y me pone morritos.
—Hazlo por mí, nena. Por favor. —Me dedica una caída de ojos. Increíble.
Intento no echarme a reír, pero cuando me mira así es imposible.
—¿Al menos te darás la vuelta?
—No. —Salta y se quita la toalla. Su perfección física me noquea como un martillazo—. ¿Te sientes mejor ahora?
Se lleva las manos a la cintura y bajo la vista a su maravilla de acero.
Suspiro de felicidad.
—No, sólo me sirve de distracción —murmuro sin dejar de deleitarme con su belleza, de arriba abajo y de abajo arriba. Es espectacular de pies a cabeza. Me como con la vista cada centímetro de su cuerpo perfecto, maravilloso, mareante. Llego a la cara. Tiene los ojos vidriosos y yo también—. No juegas limpio con ese cuerpazo.
—Pues claro, es uno de mis mejores atributos.
Me quita la toalla.
—Este otro es el único que le hace sombra. —Le da un buen repaso visual a mi cu