—No estoy histérico —me discute medio riéndose—. No es para tanto.
—Ya. —Me encojo de hombros sin dejar de reír. ¡Si le va a dar algo!
Atraviesa la cocina y se me acerca. Abre unos ojos como platos cuando me ve las piernas.
—¿Qué es eso? —farfulla.
Me miro y luego miro sus sorprendidos ojos oscuros.
—Son unos pantalones cortos.
—Querrás decir unas bragas.
Me echo a reír nuevamente.
—No, quiero decir pantalones cortos. —Me subo los bajos de los pantalones cortos—. Si fueran unas bragas, serían así.
Traga saliva al tiempo que estudia la prenda ofensora.
—Addison, mujer, sé razonable.
—Nick —suspiro—, ya te lo he dicho: si lo que quieres son faldas largas y suéteres de cuello vuelto, búscate a alguien de tu edad.
Me arreglo los shorts y me arrodillo para atarme los cordones de mis Converse haciendo caso omiso de los gruñidos y los bufidos que emite mi hombre imposible.
—Tal vez me bañe en la piscina del Hotel —suelto de pronto. Lo miro y su expresión gruñona pasa a ser de terror absoluto