—Nena, ¿estás bien? —me pregunta Nick. Parece preocupado.
—Sí, muy bien. —Caigo en la cuenta de que estoy de pie en la puerta de su despacho, así que me acerco a la mesa y me siento en la silla que hay junto a la de Mark—. Sólo estaba soñando despierta.
Vuelve a meterse los dedos en la boca.
—¿Con qué soñabas?
Sonrío.
—Nada. Estaba viendo cómo devorabas tu mantequilla de cacahuete.
Mira el tarro y pone los ojos en blanco.
—¿Quieres?
—No. —Arrugo la nariz, asqueada, y se echa a reír. Le brillan los ojos y se le marcan las patas de gallo cuando cierra el tarro y lo deja sobre su mesa. Ya se ha tomado su dosis—. ¿Qué tal está Samanta?
—Hecha una mierda. No quiere hablar del tema. ¿Y Lucas?
—No muy bien. —Es verdad, no está bien.
—¿Qué te ha dicho? ¿Por qué ha cortado con ella?
Me encojo de hombros intentando disimular.
—Creo que por este sitio. —Me resisto al impulso de sentarme sobre las manos. No me atrevo a mencionar a mi amiga—. Seguro que es lo mejor.
Él asiente, pensativo.
—¿Quiere