Lo mete de nuevo en el cajón y se encoje de hombros como un manso corderito. Luego se acerca a la cama y se acuesta a mi lado. De inmediato apoyo la cabeza en su pecho y le paso el brazo y la pierna por encima. Hundo la nariz en su cuello.
—¿Estás a gusto? —pregunta.
—Mmm —ronroneo mientras lo acaricio sin parar. Necesito sentirlo, y disfruto del contacto piel con piel.
Se sentaba aquí y pensaba en mí. Guardó mi sujetador. Nadie ha estado aquí, exceptuándome a mí, y ha comprado otra cama.
—¿Cómo te encuentras? —pregunta dejando que lo acaricie a mi gusto.
—Bien —suspiro. Por ahora, pero seguro que no dura mucho.
Suspira igual que yo.
—Dice que se encuentra bien. —Me abraza con más fuerza; su corazón late contra mi esternón—. A dormir, mi preciosa mujer.
Y eso hago. Cierro los ojos y me duermo.
…
Abro los ojos y me desperezo. Estiro el cuerpo con ganas por toda la cama, haciendo ruido, contenta y satisfecha. Luego sonrío y lo oigo en el baño; está abriendo el grifo de la