Hay cosas que necesito saber. Y no me refiero a sus conquistas sexuales pasadas. Saber exactamente con cuántas mujeres ha estado no me va a servir de nada, salvo para ponerme terriblemente celosa.
—Está bien. Dispara. ¿Qué quieres saber? —Suspira pesadamente y yo pongo cara de pocos amigos—. Perdona. —Al menos tiene la decencia de mostrarse arrepentido. Mantiene las manos sobre las mías, que descansan sobre su pecho.
—¿Quién era la mujer de anoche?
—Coral —responde directamente y sin vacilar, como si esperara la pregunta.
Pongo los ojos en blanco.
—Ya sé que se llama Coral. Pero ¿quién es?
—Es la esposa del enano capullo al que expulsamos del Hotel el día que descubriste el salón comunitario.
Anda. Me remonto mentalmente a aquel día funesto y recuerdo a la criatura insidiosa y despreciable que no paraba de lanzar improperios de que me iba a follar como Nick había hecho con su mujer y de que iba a dejar un reguero de mierda.
—¿Tuviste una aventura con ella? —espeto al darme