—Me absorbes por completo, Addison —dice—. No sé vivir sin ti. Soy totalmente adicto a ti, nena —añade con voz suave e insegura. Mi ex mujeriego dominante y seguro de sí mismo está nervioso—. Me perteneces. Cásate conmigo.
Lo miro directamente a su hermoso rostro, todavía absolutamente sorprendida. Esto no me lo habría esperado jamás. Hace tan sólo unas horas que he decidido mudarme aquí, aunque Nick, en su locura, me obligó a mudarme hace una semana. No para de morderse el labio frenéticamente y me observa mientras yo intento asimilar lo que está pasando. Tengo veintiséis años y él treinta y siete. ¿Por qué estoy pensando en la diferencia de edad ahora? Hasta el momento nunca me ha importado. En cambio, lo que sí debería preocuparme es su personalidad más que difícil. Ni siquiera voy a plantearme que vaya a cambiar si accedo a casarme con él. Nunca lo hará, forma parte de su persona, del hombre al que amo.
—De acuerdo —digo de pronto. Las palabras escapan en un