Nick me conduce escaleras arriba, a través de las puertas y el recibidor. Esta noche hay animación. Se oyen risas procedentes del restaurante y del bar. Pasamos junto a ambos, directos hacia el despacho de Nick. Qué alivio. Evitar cierta lengua viperina ocupa un lugar privilegiado en mi lista de prioridades de la noche.
Dejamos atrás el salón de verano. Hay unos cuantos grupos de gente relajándose en los sofás mullidos, con bebidas en la mano. No se me pasa por alto que dejan de conversar en cuanto nos ven. Los hombres alzan las copas y las mujeres se atusan el pelo, ponen la espalda recta y dibujan una sonrisa estúpida en la cara. Pero esta última desaparece en cuanto sus miradas se clavan en mí, que voy detrás de él vestida de cuero y tomada de su mano. Siento que me están examinando de arriba abajo. Apuesto a que a las mujeres no les gusta El Hotel sólo por lo lujoso que es y las habitaciones.
—Buenas tardes.
Nick saluda con la cabeza al pasar.
Un coro de saludos me i