Odio este bajón que me entra de vez en cuando últimamente. Un instante estoy en el séptimo cielo de Nick y, al siguiente, cualquier comentario hace que me dé de bruces contra la cruda realidad. No puedo con tantas señales contradictorias.
—Te gusta el poder en el dormitorio —le digo sin sonrojarme ni un poquito.
Estoy orgullosa de mí misma. Su habilidad y la influencia que tiene sobre todo mi ser me ponen nerviosa.
—Sí. —Contemplo su rostro impasible cuando mi mirada vuelve a la suya.
—¿Eres un dominante? —Suelto, y me clavo mentalmente en las posaderas el elegante tenedor plata. ¿De dónde ha salido eso?
Se atraganta y está a punto de escupirme el agua encima. ¿Por qué habré preguntado eso?
Deja la copa sobre la mesa, toma la servilleta, se limpia la boca y sacude la cabeza con una media sonrisa.
—Addison, no necesito esa clase de arreglo para conseguir que una mujer haga lo que yo quiero en el dormitorio. No tengo ni tiempo ni ganas de practicar ese tipo de mierda.
Me rela