Ryan y yo fuimos llamados a una compañía de guardaespaldas, que tenía varíos mercenarios y militares trabajando en algunos países de América y Europa. El ambiente en la compañía de custodios era siempre imponente, y hoy no era la excepción. Los pasillos grises y la estructura fría del edificio daban la sensación de estar en un lugar donde las reglas se imponían con mano de hierro. A nosotros nos dirigieron hacia una de las salas de reuniones, pero en el camino, los regaños hacia alguien, nos detuvo.
Intercambiamos una mirada, conscientes de que no deberíamos estar allí espiando, pero la curiosidad no nos dejó avanzar. Desde aquí, podíamos escuchar perfectamente lo que estaba sucediendo dentro de una oficina cercana. Las siluetas de dos mujeres conocidas, no hizo más que cabrearme.
—¿Realmente pensaron que podrían actuar sin consecuencias? —la voz del hombre retumbó a través del pasillo. Era fría, autoritaria, como si estuviera acostumbrado a mantener a todos en su lugar con solo un pa