Terminamos de cenar en total calma, recogimos los platos y los lavamos juntos. Ella intentando no mojarse su vestido y yo intentando no mirarle el escote. Todo volvió a su sitio como si estuviéramos en una película doméstica de domingo. Ahora estamos sentados en el suelo de la sala, rodeados de cojines, con una copa de vino en la mano y las piernas estiradas bajo una manta ligera. Hablamos... o mejor dicho, nos descubrimos.
No iba a tocar el tema del mensaje de hace un rato todavía.
—Entonces... —dice, Arya, interrumpiendo mis pensamientos mientras juguetea con su copa—, color, comida, país y hobbies favoritos.
—¿Después responderás tú?
—Prometido.
—El verde claro y el blanco. Las hamburguesas. Rusia —le guiño un ojo—. Y mi hobbie favorito se llama Arya.
—¿Hablas en serio? —me lanza una mirada entre divertida e incrédula.
—Es tan obvio, que me ofende que lo preguntes.
—Eres un tonto —me da un manotazo en el hombro, pero se le escapa una sonrisa. La canción se cambió y empezó a sonar I