El regreso a la mansión Savage fue la peor cosa que me pasó. Salir de la suciedad y el hedor del hospital a la pulcritud de nuestro mármol reluciente se sintió como un salto cuántico. Apenas el auto se detuvo en el port-cochère, abrí la puerta y salí corriendo, buscando aire fresco. Estuve encerrado en ese auto con mi padre por minutos enteros en los que sentí que podía saltar a matarme.
Avery estaba esperando en el gran vestíbulo, con esa expresión de madre preocupada, y a diferencia de mi padre, ella no tenía guardias ni una expresión de guerra, solo angustia de que su pequeño estuvo perdido días enteros. En cuanto me vio, se abalanzó sobre mí y me dio un fuerte abrazo. Su cuerpo temblaba y pude escuchar como su corazón bombeaba con demasiada rapidez.
—¡Dalton! ¡Gracias a Dios que estás aquí! —Me sostuvo a una distancia, y sus manos me tocaron las mejillas, limpiando el hollín y el sudor. Mamá me miró todo el cuerpo, buscando heridas, y me preguntó si estaba bien mientras me tocaba