30 | ¡No estoy loca!

La luz era tan blanca que me quemaba los ojos y tan brillante que parecía devorar el aire. Mi mente, aturdida por los fármacos, se sentía como una casa vacía con las ventanas cerradas y el polvo flotando en el aire. No sabía dónde estaba. No sabía cómo había llegado allí. La última imagen que tenía era de sangre, de dolor, y del rostro de Darak mientras me arrastraban en una camilla. Mi último recuerdo era un rostro que se sentía tan cercano que podía sentir su aliento, diciéndome que fuese fuerte por el bebé.

Me levanté de la cama. Mi cuerpo se sentía tan pesado que no podía moverme. Mis manos, mis pies, mi cuerpo, todo estaba como muerto. Lo que fuese que me dieron me desmayó los miembros. Intenté levantar los pies del suelo, pero perdía el conocimiento por segundos. Ni siquiera sabía si se podía, porque cuando me toqué el abdomen, allí estaba mi bebé. Me habían drogado embarazada.

Me di cuenta de que mi ropa, mis sábanas, las paredes, el techo, todo era blanco. El blanco era un ven
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